Premonición de viaje - Javier Suarez



Cortando amarras, buscando abrigo,
liquidando las cuentas atrasadas,
despidiendo tranquilo al buen amigo.

A veces el instinto nos lo anuncia
y adelgaza el cordón aún nutricio,
o vemos que flaqueando la despensa,
va a cerrarse de nuevo otro gran ciclo.

Queda prever el qué de la mudanza,
qué es querido, qué útil, qué importante,
y sin saber aún a dónde, cuándo y cómo,
ir empaquetando para el viaje.

Tal vez fuera el color de aquel arbusto
o la ausencia del mirlo de su nido,
algo sutil que añoro y ya no encuentro
y me tiene viviendo un sinsentido.

Vuelvo a probarme el uniforme de transeúnte
a ordenar el equipaje de errabundo
a limpiar mis huellas de este chico mundo
sin prever que tras la ida haya retorno.

Presiento que en pocos días inicio un viaje
cargado con mi existencia y la memoria
unas alforjas llevo con paciencia
otras albergan sueños, días de gloria.

Tal vez espere días, o aún semanas
a que el jardín posea una espesa alfombra
de hojas de ese castaño que aún da sombra
que estercole hasta primavera a los jacintos.

Pero tendré mi hatillo preparado,
junto al porche, en la entrada a la cabaña,
por si pasan braceros en campaña,
o un caminante solo y taciturno.

Que el momento, lo dicte la cigüeña,
o tal vez la golondrina, o el vencejo,
aun queda en la despensa alguna leña,
y aunque adulto, aun no llego a viejo.

Que la ruta dependa ya del viento
la mirada del cielo, o una nube,
y de este suelo que aré y del cual obtuve
me lleve su aroma y luz al pensamiento.

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